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Efectos del Maltrato Infantil en el Desarrollo Cerebral; ¿Posible Revertirlos?

Maltrato Infantil
El maltrato infantil actúa como un factor estresante que produce reacciones fisiológicas y neuronales que alteran la trayectoria del desarrollo cerebral

Texto e Investigación por Lolbé Castañeda

¿Naturaleza o crianza?

El desarrollo del cerebro está dirigido por los genes, pero es moldeado por las experiencias, en particular las que ocurren durante períodos críticos o sensibles de la infancia. Hay pocas experiencias tempranas tan importantes para el desarrollo como el abuso y el abandono. El maltrato infantil incluye actos de abuso físico, sexual y emocional, así como episodios de abandono físico y emocional.

El maltrato emocional incluye provocar intencionalmente sentimientos de culpa, vergüenza o miedo para satisfacer las necesidades emocionales del adulto; persuadir a los niños para que realicen actos inapropiados; denigrar o destruir cosas que valoran; colocarlos en situaciones dañinas o hacerlos presenciar violencia entre los padres.

El abandono físico se define como la incapacidad de satisfacer necesidades básicas como comida, ropa, refugio, supervisión y atención dental y pediátrica.

El abandono emocional es la incapacidad de satisfacer las necesidades emocionales fundamentales de los niños, al ser indiferente a la angustia de los niños, no atender sus necesidades sociales o esperar que los niños manejen situaciones que están más allá de su nivel de madurez o que son inseguras. Algunos autores también incluyen la exposición a diversas formas de disfunción doméstica, como vivir con padres que abusan de sustancias.

¿Daño o adaptación?

El estrés es malo para el cerebro, y especialmente para el cerebro en desarrollo. El maltrato infantil actúa como un factor estresante que produce una cascada de reacciones fisiológicas y neuronales que alteran la trayectoria del desarrollo cerebral, creando las condiciones para la aparición de síntomas psiquiátricos en individuos genéticamente susceptibles.

Es indiscutible que algunas experiencias pueden ser tan graves que dañan el cerebro. Sin embargo, casi todas las alteraciones biológicas y conductuales reportadas pueden interpretarse como adaptaciones. Algunos autores proponen que el abuso infantil altera el desarrollo de regiones cerebrales particulares para facilitar la supervivencia y la reproducción enun ambiente amenazante. Desde esta perspectiva, lo que interpretamos como psicopatología refleja alteraciones en la cognición, afecto y comportamiento que en el pasado pudieron haber facilitado la supervivencia en algunos entornos.

Efecto en sistemas sensoriales

Las alteraciones en las cortezas sensoriales y tractos conectivos se asocian con la exposición a tipos específicos de abuso infantil.

Un análisis de imágenes por resonancia magnética en adultos jóvenes que experimentaron o no episodios repetidos de abuso verbal durante la infancia, reveló diferencias en la densidad de materia gris de la corteza auditiva primaria dentro del giro temporal superior izquierdo. La diferencia más grande se encontró en una vía importante de procesamiento del lenguaje, el fascículo arqueado izquierdo. El daño a la integridad del fascículo arqueado se asocia con un coeficiente intelectual y comprensión verbal más bajos.

Presenciar visualmente violencia doméstica también se asocia con menor densidad de materia gris en el giro lingual derecho y con menor grosor de otras partes de la corteza visual, incluido el polo occipital izquierdo y la corteza visual secundaria bilateral. En un estudio, la observación de la violencia doméstica entre los 11 y los 13 años de edad tuvo el efecto más considerable en el grosor y volumen.

La integridad del fascículo longitudinal inferior izquierdo también disminuye tras presenciar visualmente violencia intraparental. Éste tracto es un componente importante de la vía visual-límbica que conecta las cortezas occipital y temporal, y apoya procesos emocionales, de memoria y de aprendizaje específicos de la visión. Observar violencia interparental entre los 7 y los 13 años de edad, un período importante de mielinización, tuvo el mayor efecto sobre esta vía.

En un estudio, el abuso sexual se asoció con la reducción del volumen de materia gris en la corteza visual primaria y las cortezas de asociación visual. También se asoció con un déficit en las evaluaciones de la memoria visual. Regiones específicas incluyen el giro lingual derecho y los giros fusiforme y occipital medio izquierdos, regiones involucradas en el reconocimiento y procesamiento facial.

Otro estudio midió el grosor cortical de un grupo de mujeres que incluía aquellas con o sin reportes de abuso infantil. Se encontró que el abuso sexual infantil estaba asociado con el adelgazamiento de partes de la corteza somatosensorial, específicamente la región que representa el clítoris y el área genital extendida. Por el contrario, la exposición al abuso emocional se asoció con el adelgazamiento de la corteza cingulada anterior y posterior izquierda y el precuneo bilateral, regiones involucradas en la autoconciencia y la autoevaluación.

Detección y respuesta a amenazas

Las experiencias abusivas pueden interpretarse como amenazas a la supervivencia, la integridad corporal o al sentido de uno mismo. El hallazgo más notable en imágenes funcionales de personas con antecedentes de maltrato es una mayor respuesta de la amígdala a las emociones en los rostros, en particular los que se perciben como amenazantes. Este fenómeno se ha observado en personas maltratadas durante la infancia y la edad adulta e incluso en adultos maltratados durante la infancia sin psicopatologías.

En individuos saludables, el “circuito de detección y respuesta a amenazas” está involucrado en la regulación de las respuestas de la amígdala a los estímulos auditivos y visuales. Las regiones afectadas en individuos con antecedentes de maltrato infantil incluyen la corteza cingulada anterior y la corteza prefrontal ventromedial, el hipocampo y el subículo, el tálamo y las cortezas sensoriales.

Adicionalmente, los tractos de fibras que interconectan estas regiones, incluido el fascículo longitudinal inferior, todas las porciones del fascículo longitudinal superior, el fascículo uncinado, el haz cingulado y el fórnix, muestran evidencia de integridad disminuida.

Hasta ahora, el maltrato parece estar fuertemente asociado con la reducción del volumen de materia gris y la integridad de las regiones y vías principalmente involucradas en la percepción consciente de amenazas y recuerdos contextuales, así como con una respuesta intensificada de la amígdala en individuos maltratados.

La mayoría de los estudios indican que los adultos maltratados en la infancia que presentan psicopatología grave tienen volúmenes de amígdala significativamente menores que los de los controles. En concreto, la amígdala izquierda puede ser especialmente vulnerable al abandono precoz o a la interrupción del apego, mientras que la amígdala derecha puede ser más vulnerable al abuso físico, sexual o emocional.

Anticipación de recompensas

La corteza cingulada anterior es la región cortical identificada como anormal con mayor en individuos maltratados, con reportes de volumen, conectividad y grosor reducidos; así como desequilibrios metabólicos indicativos de pérdida o disfunción neuronal.

También se han reportado con frecuencia déficits estructurales y funcionales en la corteza orbitofrontal, así como anomalías morfológicas en el cuerpo estriado. La respuesta estriatal disminuida ante la anticipación de la recompensa puede ser un factor de riesgo importante para la depresión o un componente de la misma y puede aumentar el riesgo de adicción a las drogas.

Cuerpo calloso e integración de información

Un hallazgo destacado en niños y adultos maltratados en su infancia es la reducción del área o integridad del cuerpo calloso. La estructura del cuerpo calloso refleja la capacidad de comunicación entre hemisferios.

Parece haber diferencias marcadas de sexo en la vulnerabilidad del cuerpo calloso al maltrato. Varios estudios informan una reducción dos veces mayor del área del cuerpo calloso en los hombres maltratados que en las mujeres maltratadas. En los hombres, el área del cuerpo calloso fue la más afectada por la exposición al abandono, mientras que, en las mujeres, fue la más afectada por la exposición al abuso sexual.

Un posible resultado del adelgazamiento del cuerpo calloso es la disminución de la integración hemisférica, lo que significa que la actividad hemisférica está más lateralizada o menos integrada.

En resumen

Los estudios de imagenología nos ofrecen una buena vsión de los posibles efectos del abuso infantil en la estructura, función y conectividad cerebral. Existe evidencia consistente de déficits estructurales asociados al maltrato en el hipocampo adulto, el cuerpo calloso, la corteza cingulada anterior, la corteza orbitofrontal y la corteza prefrontal dorsolateral.

En adición, se han observado déficits funcionales consistentes en la amígdala al ver rostros con expresiones emocionales y en el cuerpo estriado al anticipar una recompensa. Se han reportado alteraciones en los sistemas y vías sensoriales que transmiten la experiencia adversa en individuos que experimentaron formas específicas de abuso infantil.

Estudios en roedores y primates no humanos demuestran la influencia que ejerce la experiencia temprana en las trayectorias del desarrollo cerebral. El cerebro humano parece estar esculpido de la misma manera por las experiencias, y el maltrato infantil se destaca como un factor particularmente potente. La vulnerabilidad de las estructuras cerebrales a los efectos de las experiencias tempranas puede ser moderada considerablemente por la genética de cada individuo.

Revertir el Efecto del Abuso Infantil en el Cerebro

El estrés es malo para el cerebro, y especialmente para el cerebro en desarrollo. El maltrato infantil actúa como un factor estresante que produce reacciones fisiológicas y neuronales que alteran la trayectoria del desarrollo cerebral, creando las condiciones para la aparición de síntomas psiquiátricos. El abuso infantil puede tomar varias formas, desde el físico, emocional o sexual; y hasta ahora, se cree que los cambios cerebrales ocasionados por el abuso son permanentes. Sin embargo, estudios recientes plantean que algunos de éstos cambios pueden ser revertidos con las intervenciones correctas.

Institucionalización Temprana como Forma de Abuso

En varios países, como México, cuando un niño es abandonado o abusado es usualmente criado en instituciones. En la mayoría de los casos, la crianza institucional representa el ambiente perfecto para la negligencia psicológica y física temprana, y sirve a los investigadores como un modelo para comprender cómo las experiencias tempranas afectan el desarrollo cerebral y conductual.

Los niños criados en instituciones tienen más probabilidades de tener déficits en la función cognitiva y en la producción y comprensión del lenguaje que aquellos criados en familias. Los niños institucionalizados experimentan una amplia gama de problemas de desarrollo, incluidas tasas elevadas de trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), así como otras psicopatologías y dificultades del funcionamiento social.

Las dificultades de desarrollo no son exclusivas de los niños institucionalizados. La exposición temprana a entornos adversos, incluidos el abuso físico y sexual, el abandono, la violencia doméstica y la pobreza crónica, también aumentan el riesgo de desarrollar una psicopatología, retrasos en el lenguaje y tener menor rendimiento académico. La explicación más probable para los problemas de desarrollo entre niños institucionalizados es que el entorno desfavorecido de una institución no proporciona el ambiente adecuado para sustentar el desarrollo normal del cerebro.

Mejoría en la Función Cognitiva en Niños Institucionalizados

En 2012, un estudio rumano realizado por Sheridan et al. examinó el efecto de la institucionalización infantil sobre la estructura y función neuronales para evaluar si retirar a los niños del cuidado institucional mejoraba los efectos neuronales de la negligencia en la infancia.

Mediante resonancia magnética estructural, los autores demostraron que los niños que permanecían institucionalizados tenían un menor volumen total de materia blanca, especialmente en el cuerpo calloso posterior, que aquellos que nunca habían sido institucionalizados. La principal función del cuerpo calloso es la comunicación entre áreas similares de cada hemisferio, y su daño puede provocar déficits motores, sensoriales, del habla y cognitivos. En el caso de aquellos niños que fueron removidos de las instituciones y asignados a hogares de acogida, tanto el volumen total de materia blanca como el volumen del cuerpo calloso posterior fueron similares a los de los niños que jamás habían sido institucionalizados.

Desafortunadamente, los cambios en la materia gris cortical total – significativamente menor entre los niños institucionalizados que entre los niños nunca institucionalizados – permanecieron iguales, incluso si los niños eran removidos de la institución y colocados en hogares de acogida. 

¿Posible Revertir los Efectos Estructurales Cerebrales del Maltrato Infantil?

Estos hallazgos replican estudios anteriores que han observado una disminución del volumen total de materia blanca y materia gris cortical en los niños expuestos a la institucionalización. El estudio de Sheridan et al. demostró que, entre los niños institucionalizados, la asignación a un entorno mejorado daba como resultado menores disminuciones en el volumen total de la materia blanca cortical y del cuerpo calloso posterior. Este patrón sugiere neuroplasticidad de la materia blanca después de una privación ambiental grave, que se puede interpretar como una posible corrección de los daños causados por el abuso. Por el contrario, la disminución del volumen total de materia gris cortical en los niños que estuvieron institucionalizados probablemente refleje un déficit o una aceleración del desarrollo cerebral, ya que los niños que estuvieron institucionalizados anteriormente alcanzan la madurez antes que sus compañeros que nunca estuvieron institucionalizados. Sin embargo, esta última interpretación no es coherente con los numerosos déficits de desarrollo observados en los niños expuestos a la institucionalización.

Bibliografía:

Teicher, M. H., Samson, J. A., Anderson, C. M., & Ohashi, K. (2016). The effects of childhood maltreatment on brain structure, function and connectivity. Nature Reviews Neuroscience, 17(10), 652–666. doi:10.1038/nrn.2016.111 

Sheridan, M. A., Fox, N. A., Zeanah, C. H., McLaughlin, K. A., & Nelson, C. A. (2012). Variation in neural development as a result of exposure to institutionalization early in childhood. Proceedings of the National Academy of Sciences, 109(32), 12927–12932. doi:10.1073/pnas.1200041109

 

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