Investigación y redacción por Lolbé Castañeda
El reciente éxito de la serie “Baby Reindeer” de Netflix, la cual narra el intenso acoso sufrido por un hombre a lo largo de 3 años, resalta el impacto social y psicológico que tiene el acoso en sus víctimas y aquellos a su alrededor. ¿Existen bases neurobiológicas para explicar éste comportamiento?
¿Qué es el acoso?
El acoso es considerado una conducta delictiva y, como tal, sancionado por legislación específica en varios países, incluido México.
Existen dos tipos de conductas de acoso:
1) persecución de una pareja anterior por parte de un individuo abandonado o rechazado, y
2) acoso constante perpetrado por un individuo que está enamorado de un extraño o un conocido, quien no es recíproco a los acercamientos y avances.
A pesar de las controversias sobre la definición de acoso tanto en el ámbito jurídico como en el psicológico, una determinada conducta se le determina acoso cuando cumple con las siguientes características.
Un conjunto de episodios de acecho y acoso, y amenazas reales e inducción de miedo en el víctima. Otros elementos distintivos son: interés excesivo y deseo de “avanzar demasiado rápido” para lograr proximidad o intimidad con la víctima lo que genera miedo y ansiedad, violación de la privacidad. Espionaje o persecución a través de un tercero , limitación de la libertad como la sustracción.
Finalmente, una progresiva escalada de agresividad hacia la víctima, hacia el propio acosador o hacia otros y que puede provocar daños a los bienes y propiedades de la víctima.
¿Quiénes sufren más acoso?
Se estima que entre el 8 y 15% de las mujeres, y entre el 2 y 4% de los hombres son perseguidos por un acosador en algún momento de su vida en países como Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia e Italia.
La mayoría de las víctimas tiende a no denunciar el delito, debido a los largos procesos legales y al mínimo nivel de protección otorgado. No menos importante es el riesgo de verse expuesto a estallidos extremos de agresividad.
El perfil de un acosador
La gran mayoría de los acosadores son hombres. Frecuentemente, aunque no necesariamente, son personajes aislados, solitarios y de bajo estrato sociocultural, mientras que las víctimas son mujeres. Sin embargo, también hay mujeres acosadoras que representan alrededor del 15-20% y tienen características específicas, como un diagnóstico de trastorno límite de la personalidad (TLP). Y con menor probabilidad que los acosadores masculinos presentan antecedentes de delitos violentos (12,5% vs. 31,3%) o abuso de sustancias (7,5% vs. 28%).
Además, el comportamiento de acoso de las mujeres tiende a menudo a dirigirse hacia sus exparejas y no hacia extraños. Además, varios metaanálisis indican que aproximadamente el 80% de los casos de acoso se producen hacia conocidos y que el 50% se originan al final de una relación anterior.
La frecuencia de conductas violentas cometidas por los acosadores hacia sus víctimas es elevada, generalmente entre el 25% y el 40% de los casos. Estas cifras aumentan dramáticamente cuando se consideran los acosadores de ex parejas sexuales, el porcentaje varía entre el 55 y el 89%. La víctima suele ser atacada sin armas ni objetos contundentes, agarrándola, sacudiéndola, golpeándola, abofeteándola, pateándola o dándole puñetazos. El riesgo de homicidio en casos de acoso se estima en alrededor del 0,25%7, aunque datos más recientes sugieren que el acoso puede representar un importante predictor de homicidio conyugal.
Tipos de acoso
Existen varias clasificaciones de acoso. Aparte de la clasificación que distingue simplemente entre psicóticos y no psicóticos o el término de Meloy y Gothard “acosador obsesivo”, según Zona et al., que han evaluado 74 casos, los acosadores podrían dividirse en tres grupos: erotomaníacos, obsesionados por el amor y obsesionado.
Una clasificación alternativa se ha basado en dos ejes. El primer eje distingue el estilo de apego que oscila entre afectuoso/amoroso o persecutorio/iracundo, y el segundo eje define la naturaleza de la relación.
Otros autores identifican cuatro tipos de acosadores. Los que buscan apego, los que buscan identidad, los que se exacerban tras un rechazo y los acosadores delirantes.
Mullen et al. en un minucioso estudio sobre una muestra de 145 acosadores, se identificaron algunas categorías. Se describieron las características específicas de estos individuos: rechazados, buscadores de intimidad, incompetentes, resentidos y depredadores.
Causas del acoso
Se desconocen las causas subyacentes de la conducta de acoso y, hasta la fecha, las investigaciones sobre su origen se han limitado a la exploración y descripción de algunas características y rasgos psicológicos de los acosadores y sus víctimas, así como del contexto sociocultural en el que se desarrolla el fenómeno.
Los estudios disponibles sugieren algunas características comunes en estos temas; en particular se ha señalado inmadurez, soledad o aislamiento, dificultad en las relaciones sociales o para atraer pareja en los acosadores. La presencia de un rasgo narcisista también puede ser muy importante y explicar el nivel de indiferencia hacia el sufrimiento de la víctima. Otra característica constante del acosador sería una forma de apego inseguro o ansioso. El estado de ánimo, tras una fase inicial de euforia, puede tornarse en disforia, resentimiento, ira y, a veces, agresividad, impulsividad, que pueden mantenerse con una energía aparentemente inagotable. A nivel cognitivo-ideal, el acosador puede experimentar pensamiento mágico y obsesión. Se presenta siempre un enfoque estrecho en la víctima, lo que lleva a despreciar las consecuencias de sus comportamientos y la posibilidad de derivas psicóticas que también pueden ser desencadenadas por los celos.
Hipótesis neurobiológica
Si en el acoso se producen cambios en el cerebro, es probable que se trate de cambios en los sistemas que regulan el llamado “cerebro social” que representa el trasfondo para la formación de la pareja, así como el proceso de enamoramiento y apego. Como individuo “enamorado”, el acosador está constantemente ansioso, hiperactivo y piensa obsesivamente en la víctima, independientemente de sus sentimientos recurrentes o de las consecuencias de su acoso.
Los estudios con resonancia magnética funcional en amantes mostraron una activación de áreas cerebrales primariamente implicadas en la regulación de las emociones (amígdala, lóbulo límbico, hipotálamo) y una desactivación de ciertas áreas corticales, lo que probablemente también sea típico de los acosadores. Sin embargo, en comparación con los amantes, el acosador presentaría una persistencia anormal de este patrón.
Desde un punto de vista bioquímico, estas condiciones pueden explicarse por una hiperactividad de las vías dopaminérgicas y una reducción del sistema serotoninérgico. Esta particular disposición neurobiológica podría proporcionar una explicación bioquímica a las peculiaridades del acosador. Como se mencionó anteriormente, y explicar el riesgo constante de que los pensamientos obsesivos se vuelvan francamente delirantes y resulten en violencia y agresión. Por un lado, un tono serotoninérgico bajo representaría un factor de vulnerabilidad hacia la aparición de una amplia gama de alteraciones del comportamiento, como actos impulsivos, compulsivos y agresivos. Por otro lado, la alta actividad dopaminérgica relacionada puede contribuir a la pérdida de control del comportamiento y de percepción.
Referencias:
Marazziti, D., Falaschi, V., Lombardi, A., Mungai, F., & Dell’Osso, L. (2015). Stalking: a neurobiological perspective. Rivista di psichiatria, 50(1), 12–18. https://doi.org/10.1708/1794.19528