
Texto e investigación por: Lolbé Castañeda
La relación entre la deshidratación y el funcionamiento cerebral está bien establecida en la medicina, especialmente en adultos mayores y niños. En niños, el único signo cognitivo de deshidratación observado frecuentemente es una disminución de actividad física y/o un aumento de somnolencia. En adultos mayores, la confusión mental, la irritabilidad y la somnolencia son los principales síntomas de alerta de deshidratación (existe una fuerte correlación entre deshidratación y síntomas de delirio).
En un estudio, se investigó el efecto de la deshidratación leve en voluntarios sanos durante la actividad diaria. Los resultados mostraron que la privación de líquidos tuvo efectos perjudiciales en varios aspectos del estado de ánimo, y que estos efectos se observaron incluso después de pocas horas de privación. En general, los efectos más inmediatos e importantes se observaron en el estado de sueño/vigilia. Los participantes reportaron mayor somnolencia y fatiga durante el experimento; también se mostraron menos activos, menos alertas, más confundidos, menos tranquilos y menos felices en comparación con el grupo control. Sin embargo, no todas las funciones cognitivas parecieron verse afectadas: la atención, memoria, vigilancia y velocidad de procesamiento de tareas no se vieron afectadas. Más interesante aún, se reevaluó el estado de ánimo al final tras permitirles beber libremente. Los resultados indicaron que la mayoría de los deterioros del estado de ánimo inducidos por la privación de líquidos se revirtieron con esta ingesta aguda de agua. Sin embargo, no se observó ninguna mejora en la fatiga, el vigor ni la calma tras esta ingesta de agua, lo que indica que la privación de líquidos podría tener efectos a largo plazo en el estado emocional.
En otro estudio que midió variaciones menos extremas en la ingesta de agua, se encontró que el aumento de la ingesta diaria de agua tuvo efectos beneficiosos en varios aspectos del estado de ánimo y bienestar en los bebedores habituales de bajo volumen de agua. Los bebedores de bajo volumen indicaron menos fatiga, menos confusión y menos sed; también tendieron a estar menos somnolientos después del cambio. Por otro lado, la disminución de la ingesta diaria de agua tuvo efectos perjudiciales en el estado de ánimo en los bebedores habituales de alto volumen. Después de cambiar hacia una ingesta restringida de agua, los bebedores de alto volumen indicaron tener más sed, menos calma, menos satisfacción, menos vigor y reportaron menos emociones positivas. Estos resultados demostraron que no solo la deshidratación moderada a severa tiene un impacto significativo en la cognición diaria, sino que incluso la deshidratación leve conduce a efectos significativos en el funcionamiento diario. Este estudio también demostró que el aumento de la ingesta habitual de líquidos tiene un efecto beneficioso en el estado emocional y el bienestar general del individuo.
Bibliografía:
Pross N. (2017). Effects of Dehydration on Brain Functioning: A Life-Span Perspective. Annals of nutrition & metabolism, 70 Suppl 1, 30–36. https://doi.org/10.1159/000463060