La violencia de género no es solo un acto físico o verbal, sino un oleaje psíquico que arrastra consigo heridas profundas, transmitidas de generación en generación. Como una tormenta que erosiona la costa con cada embate, la violencia deja marcas invisibles en la psique, moldeando la forma en que las víctimas y los agresores perciben el amor, el poder y la identidad.
Desde el pensamiento de Melanie Klein, la violencia de género puede entenderse como la expresión de conflictos tempranos no resueltos, donde el miedo, la agresión y la idealización juegan un papel central. La víctima y el agresor están atrapados en una dinámica psíquica de escisión y proyección, donde el otro es visto como un objeto que debe ser controlado, castigado o poseído.
El origen de la violencia
Para Melanie Klein, nuestra percepción del mundo se forma en los primeros meses de vida, cuando el bebé construye una imagen del otro basada en sus experiencias con la madre. En esta etapa, el mundo se divide en objetos buenos y objetos malos:
- El objeto bueno es aquel que nutre, protege y da seguridad.
- El objeto malo es aquel que frustra, que no satisface las necesidades del bebé.
Cuando una persona no ha podido integrar estos objetos y sigue viendo el mundo de manera fragmentada, puede desarrollar relaciones de dominio y sumisión, donde el otro es idealizado o degradado sin término medio.
En la violencia de género, esta escisión se vuelve evidente:
- El agresor ve a la víctima como un “objeto malo” que debe ser castigado. Siente frustración, miedo o impotencia y proyecta esos sentimientos en su pareja, quien se convierte en el blanco de su agresión.
- La víctima, por otro lado, puede ver al agresor como un “objeto bueno” en algunos momentos y un “objeto malo” en otros. Esta ambivalencia la mantiene atrapada en la relación, oscilando entre la esperanza de que el otro cambie y el miedo constante al abuso.
Como un barco que se aferra a una isla en medio de una tormenta, la víctima puede sentirse incapaz de alejarse, incluso cuando la violencia se vuelve insoportable.
La proyección y la culpa
En la teoría kleiniana, los sentimientos intolerables se manejan a través de la proyección, un mecanismo mediante el cual una persona expulsa sus emociones negativas y las coloca en otra persona.
- El agresor proyecta su miedo al abandono y su propia inseguridad en la víctima. La percibe como alguien que lo desafía, lo traiciona o lo humilla, justificando así su violencia.
- La víctima, en muchos casos, proyecta su esperanza en el agresor, creyendo que puede cambiarlo. También puede asumir la culpa del abuso, interpretando la violencia como un castigo por no haber sido lo suficientemente “buena”.
Estos mecanismos refuerzan la permanencia en la relación abusiva, como un barco atrapado en remolinos que lo arrastran una y otra vez hacia el mismo punto.
Navegar en círculos
Klein sostiene que, cuando un trauma infantil no se elabora, se repite en la adultez en nuevas formas de sufrimiento. En la violencia de género, muchas víctimas han crecido en hogares donde la agresión era parte del paisaje emocional, lo que les dificulta reconocer patrones peligrosos en sus propias relaciones.
Un estudio publicado en The British Journal of Psychiatry encontró que las personas que han vivido violencia en la infancia tienen un riesgo significativamente mayor de entrar en relaciones abusivas en la adultez (Cloitre et al., 2019). Este fenómeno se explica porque el inconsciente busca recrear situaciones dolorosas para intentar dominarlas, pero, sin intervención terapéutica, la historia solo se repite.
El agresor también puede haber crecido en un entorno de violencia, aprendiendo que el poder y la agresión son los únicos medios para establecer relaciones. Sin haber integrado modelos afectivos saludables, el abuso se convierte en su única forma de vinculación.
Reparar el objeto interno
Para Klein, el proceso de sanación pasa por la reparación del objeto interno, es decir, la capacidad de reconstruir una imagen del otro menos fragmentada y más realista.
- Para la víctima, esto significa comprender que el amor no debe estar ligado al sufrimiento y que es posible establecer relaciones donde no haya abuso.
- Para el agresor, el trabajo implica reconocer su miedo inconsciente al abandono y aprender nuevas formas de relacionarse sin recurrir a la violencia.
El psicoanálisis ofrece un espacio donde estas heridas pueden ser exploradas y elaboradas, ayudando a que la víctima recupere su propio deseo y autonomía, y permitiendo que el agresor enfrente sus conflictos internos en lugar de proyectarlos en el otro.
Encontrar tierra firme tras la tormenta
La violencia de género no es solo una cuestión de poder, sino un reflejo de estructuras psíquicas profundas que requieren ser comprendidas para poder transformarse. Desde una mirada kleiniana, es posible ver cómo los vínculos abusivos se sostienen a través de mecanismos inconscientes como la proyección, la escisión y la compulsión a la repetición.
Sin embargo, como todo barco que ha sobrevivido a la tormenta, existe la posibilidad de encontrar tierra firme. En Clínica Broa, acompañamos a quienes buscan romper con estos ciclos, ayudándolos a reconstruir su historia desde un lugar de mayor comprensión y libertad.
Salir de la violencia no es solo dejar atrás al agresor; es también reparar las propias heridas internas, aprender a reconocerse como un sujeto valioso y navegar con rumbo propio hacia nuevas aguas.
Fuentes de información
- Cloitre, Marylene et al. “Childhood Trauma and Adult Relationship Patterns: A Psychoanalytic Perspective.” The British Journal of Psychiatry 214, no. 3 (2019): 121-130. https://doi.org/10.1192/bjp.2019.43.
- Klein, Melanie. Envidia y gratitud y otros ensayos (1946-1963). Buenos Aires: Paidós, 1975.
- Segal, Hanna. Introduction to the Work of Melanie Klein. Londres: Routledge, 1988. https://doi.org/10.4324/9780429475800.