Ningún barco flota para siempre si no revisa su rumbo. Puede tener un casco brillante, un motor potente, una bandera en alto. Pero sin dirección, la marea lo arrastra hacia costas desconocidas. Así también navega nuestra sociedad: cargada de logros técnicos, de abundancia material, pero huérfana de sentido colectivo.
El expresidente uruguayo José Mujica, campesino austero y filósofo de la acción, ha insistido en esta idea: no es posible vivir bien si no recuperamos el gobierno sobre nuestras propias vidas, si no discutimos lo que es valioso y lo que simplemente es acumulación vacía.
¿Libertad o servidumbre elegida?
En uno de sus discursos ante la ONU, José Mujica dijo con una lucidez desarmante:
“Cuando compramos algo con dinero no lo compramos con dinero, lo compramos con el tiempo de vida que tuvimos que gastar para tener ese dinero.”
Esta frase, más que una sentencia económica, es una crítica ontológica. Mujica no ataca al dinero como herramienta, sino a la forma en que lo hemos fetichizado, entregándole no solo nuestras horas de trabajo, sino también nuestras decisiones vitales, nuestra disponibilidad afectiva y, en última instancia, nuestra libertad.
En las sociedades modernas, lo que se vende no es solo mercancía, sino también tiempo de presencia, energía emocional y atención. Se produce una inversión sutil: lo que debiera ser un medio —el dinero— se convierte en el fin, y la vida comienza a organizarse en función de él. El consumo, entonces, no es solo una práctica económica: se vuelve una narrativa identitaria, una forma de existir ante los otros, una manera de amortiguar el vacío que deja la ausencia de sentido.
Desde la perspectiva del psicoanálisis, esta dinámica encuentra una explicación profunda. El dinero, como el fetiche descrito por Freud y luego por Lacan, opera como una pantalla que tapa una pérdida originaria, una falta constitutiva del sujeto. Cuando el deseo se vuelve insoportable o inarticulado, comprar —objetos, experiencias, estatus— aparece como una solución inmediata y placentera. Pero esa satisfacción es efímera, porque no aborda el núcleo del malestar.
Así, la libertad se convierte en una servidumbre elegante, pactada, donde creemos elegir, pero muchas veces solo repetimos lo que el mercado nos ofrece como solución. Creemos estar construyendo identidad cuando, en realidad, navegamos rutas ya trazadas por algoritmos y estructuras de deseo inducido. Como una tripulación obediente que cambia de puerto sin cuestionar el destino, entregamos el timón sin darnos cuenta.
Decir que el dinero compra nuestro tiempo es quedarse corto: en muchos casos, ha empezado a comprar nuestra subjetividad. Y ahí es donde el trabajo psíquico y político se vuelve urgente: para recuperar la brújula del deseo propio, para gobernarnos de nuevo desde dentro.
Una sociedad sin timón no puede evitar la tormenta
Mujica propone lo contrario a la lógica dominante: vivir con menos para vivir mejor, cuidar la tierra, cuidar el vínculo, cuidar la palabra. ¿Cómo hacerlo si el deseo está colonizado por la publicidad, si la subjetividad se moldea por algoritmos?
Gobernarse a uno mismo no es retirarse del mundo, sino participar activamente en lo común, asumir la responsabilidad de elegir qué sentido tendrá nuestro viaje colectivo. Como diría Michel Foucault, se trata de una práctica de la libertad: la capacidad de construir formas de vida fuera del control disciplinario del consumo y la productividad.
Autonomía como brújula en un mar de excesos
Recuperar el timón de nuestras decisiones implica una tarea que no se resuelve en una lista de propósitos ni en manuales de autoayuda. Es un acto de sinceridad radical:
¿Qué necesito de verdad?
¿Qué deseo es mío y cuál fue sembrado en mi mente por los modelos de éxito que el mercado repite hasta la saturación?
¿Cuánto tiempo de vida entrego, cada día, por lo que consumo, por lo que acumulo, por lo que aparento?
Son preguntas incómodas porque nos desnudan. Nos quitan la ropa brillante del consumo y nos dejan en la piel de una vulnerabilidad esencial. Pero sin ellas, navegamos sin rumbo, movidos solo por la marea de lo inmediato, del deber ser, del deseo ajeno.
En una época donde las brújulas morales parecen oxidadas y el exceso es celebrado como virtud, pensar en la autonomía suena casi revolucionario. Pero no se trata de una autonomía ensimismada, sino de una libertad que se trama con otros, que incluye el cuidado del entorno, el respeto al tiempo de los vínculos y una ética del límite como acto de amor y no de renuncia.
Como un capitán que, antes de tomar el timón, consulta las estrellas para saber si la dirección elegida es suya o impuesta, también nosotros necesitamos referencias éticas que no provengan del algoritmo, del influencer ni del eslogan. Se requiere una conversación entre conciencia, comunidad y planeta. Una deliberación interior que no tenga como único parámetro el rendimiento o la rentabilidad.
José Mujica, sin doctrinas rígidas ni poses mesiánicas, nos recuerda con su ejemplo que es posible una vida sobria sin resignación, rica sin derroche, colectiva sin dogmas. Su biografía es la encarnación de una libertad austera, lúcida, profundamente ética, que no teme ir contra corriente si con ello se protege la dignidad de la existencia.
Autonomía, en este sentido, no es autosuficiencia narcisista. Es una forma de asumir responsabilidad por el propio deseo y por los efectos que nuestras decisiones generan en otros. Es levantar la mirada, ver el horizonte, y decidir no seguir comprando sueños ajenos cuando el alma pide descanso y dirección.
Acompañar la deriva sin perder el rumbo
En un mundo que nos empuja al exceso y al agotamiento, la salud mental también se resiente. En Clínica Broa, creemos que el trabajo psicológico permite recuperar el timón del deseo, entender por qué corremos, para qué servimos, qué queremos sostener. A veces, solo hace falta detenerse para oír el crujido del barco: ahí empieza el viaje hacia uno mismo.
Fuentes de información
- Foucault, Michel. The Use of Pleasure: The History of Sexuality Volume 2. Translated by Robert Hurley. New York: Vintage, 1990.
https://www.penguinrandomhouse.com/books/53130/the-use-of-pleasure-by-michel-foucault/ - Illouz, Eva. Cold Intimacies: The Making of Emotional Capitalism. Cambridge: Polity Press, 2007.
https://www.wiley.com/en-us/Cold+Intimacies%3A+The+Making+of+Emotional+Capitalism-p-9780745634265 - Lacan, Jacques. Écrits: A Selection. Translated by Bruce Fink. New York: W. W. Norton & Company, 2006.
https://wwnorton.com/books/9780393329254