En alta mar, saber cuándo no continuar puede salvar una embarcación. Cambiar el rumbo, no izar las velas o incluso anclar en tierra firme pueden ser decisiones que evitan el naufragio. En la vida psíquica ocurre algo similar: decir “no” no siempre es rechazo, a veces es protección. No siempre es cierre, a veces es apertura hacia uno mismo.
En una sociedad que nos enseña a agradar, cumplir, ser productivos y estar disponibles, decir que no se convierte en un acto de resistencia íntima.
El “sí” constante, un naufragio
Decir que sí a todo es una forma silenciosa de desaparecer. Es dejarse arrastrar por las corrientes ajenas sin consultar el propio timón. Desde el psicoanálisis, este patrón puede reflejar una defensa contra la culpa, el abandono o el miedo a la desaprobación, como señala Donald Winnicott al hablar del falso self: ese yo construido para satisfacer a los otros, aunque implique un exilio interno.
La imposibilidad de decir “no” se relaciona con un deseo profundo de pertenecer, de ser querido, de evitar el conflicto. Pero paradójicamente, complacer a todos puede alejarnos de nosotros mismos, y con ello, de la posibilidad de amar y ser amados auténticamente.
El “no” como afirmación de existencia
Decir “no” no es solo poner un límite al otro: es marcar una frontera psíquica que afirma que uno existe como sujeto con deseos propios. En términos de Jacques Lacan, el deseo del sujeto no puede reducirse al deseo del Otro. El “no” aparece entonces como la afirmación de una diferencia.
En contextos de abuso, relaciones asimétricas o entornos de trabajo hostiles, el “no” se vuelve una brújula: indica dónde termina el deber y comienza el derecho a preservar la propia dignidad. Es una forma de no naufragar en el deseo ajeno.
El cuerpo como territorio de la negación silenciada
Cuando no se puede decir “no” con palabras, el cuerpo empieza a hablar: fatiga, ansiedad, insomnio, somatizaciones. El cuerpo se convierte en una boya que flota para avisar que algo está fuera de curso. Estudios recientes, como el de Luong et al. (2018), han demostrado que la dificultad para establecer límites personales está asociada con mayores niveles de estrés, cortisol elevado y desgaste emocional crónico.
No decir “no” no es neutral. Es una forma de violencia sutil que muchas veces recae sobre uno mismo.
Aprender a decir “no” con amor
El “no” también puede ser un acto de amor. Amor hacia el otro, cuando evitamos sostener lo insostenible. Amor hacia uno mismo, cuando elegimos no prolongar relaciones, tareas o vínculos que ya no tienen sentido. Como en el mar: soltar el ancla puede ser lo único que impide que la nave se hunda.
Desde la práctica clínica, el trabajo analítico permite reconocer los motivos inconscientes que nos llevan a decir que sí cuando queremos decir no: el miedo a perder, la necesidad de reparar, la herida de no haber sido escuchados. Elaborarlos es recuperar la brújula interior.
Decir “no” para no perder el norte
En Clínica Broa, acompañamos a quienes sienten que su deseo ha quedado atrapado en las redes del deber o la complacencia. Decir “no” no es un fracaso del vínculo, sino una posibilidad de reescribirlo con verdad y cuidado. Porque nadie debería tener que hundirse para que otro se mantenga a flote.
Fuentes de información
Winnicott, Donald W. The Maturational Processes and the Facilitating Environment: Studies in the Theory of Emotional Development. London: Hogarth Press and the Institute of Psychoanalysis, 1965.
https://www.routledge.com/The-Maturational-Processes-and-the-Facilitating-Environment-Studies-in-the-Theory-of-Emotional-Development/Winnicott/p/book/9780946439843?srsltid=AfmBOooe1AuX0Feehw_Eam4yd997bKWHTLOL13RwUGlBGtIY-NCHNO5H
Luong, Gloria, Charles, Susan T., Fingerman, Karen L., and Birditt, Kira S. “Better with Age: Social Relationships Across Adulthood.” Journal of Social and Personal Relationships 35, no. 2 (2018): 230–247.
https://doi.org/10.1177/0265407516673554
Lacan, Jacques. Écrits: A Selection. Translated by Bruce Fink. New York: W.W. Norton & Company, 2002.
https://wwnorton.com/books/9780393329254