Coser la heridas: el arte de la reconciliación

Reconciliarse no es solo perdonar, sino un proceso profundo de restauración psíquica. Desde el inconsciente, las heridas emocionales nos atrapan en dinámicas de repetición, donde el otro se convierte en un reflejo de nuestras propias sombras.

Las heridas emocionales son como fisuras en la estructura de un barco: algunas apenas afectan la superficie, mientras que otras atraviesan el casco y amenazan con hundirnos. La reconciliación, desde una mirada profunda, no es simplemente perdonar o hacer las paces con alguien, sino un acto de restauración psíquica, donde el pasado deja de ser un peso que arrastramos y se convierte en algo que podemos integrar sin miedo.

Desde el psicoanálisis, reconciliarse con otro es, en realidad, un proceso interno, donde no solo se reconstruye un vínculo, sino también la propia identidad. La reconciliación es un trabajo con el inconsciente, donde el reconocimiento del otro implica también el reconocimiento de nuestras propias sombras.

La reconciliación como un conflicto interno

Enfrentar una ruptura o un resentimiento no resuelto no es solo un problema de comunicación, sino una lucha entre diferentes partes de nuestra psique. Sigmund Freud describió cómo el yo, el ello y el superyó pueden estar en conflicto cuando intentamos perdonar o reparar una relación:

  • El ello responde con impulsos primitivos, como el deseo de venganza o la necesidad de protegerse del dolor.
  • El superyó puede imponer normas rígidas de lo que “deberíamos hacer”, generando culpa o resentimiento si no cumplimos con su mandato.
  • El yo, atrapado entre estos dos extremos, busca un equilibrio que permita superar el conflicto sin negarlo ni caer en la parálisis emocional.

Desde esta perspectiva, reconciliarse con alguien no es solo un acto externo, sino una integración de aspectos divididos dentro de nosotros mismos.

Las heridas del pasado y la repetición del conflicto

Desde la perspectiva de Melanie Klein, cuando alguien nos hiere, esa persona puede quedar fijada en nuestra psique como un objeto malo, un enemigo interno al que seguimos enfrentando incluso en su ausencia.

La reconciliación requiere deshacer esta escisión, permitiendo que el otro recupere su complejidad: ni completamente bueno ni completamente malo, sino humano. Es un proceso que también ocurre en la terapia, cuando el paciente trabaja con la imagen que ha construido de sus figuras de apego y aprende a reformular los vínculos con menos carga de idealización o resentimiento (Segal, 1988).

Reconciliarse no es solo perdonar, sino un proceso profundo de restauración psíquica. Desde el inconsciente, las heridas emocionales nos atrapan en dinámicas de repetición, donde el otro se convierte en un reflejo de nuestras propias sombras.
Reconciliarse no es solo perdonar, sino un proceso profundo de restauración psíquica. Desde el inconsciente, las heridas emocionales nos atrapan en dinámicas de repetición, donde el otro se convierte en un reflejo de nuestras propias sombras.

Perdonar sin olvidar

Carl Jung hablaba de la sombra, esa parte de nosotros que reprimimos porque no encaja con la imagen que queremos proyectar. En un conflicto, la sombra no solo se manifiesta en el otro, sino también en nosotros mismos: la rabia, el orgullo herido o el deseo de castigo pueden ser expresiones de aspectos que nos negamos a aceptar como propios.

Reconciliarse implica reconocer estas partes sin proyectarlas enteramente en la otra persona. No se trata de olvidar lo que sucedió, sino de transformar el significado del conflicto, dejando de verlo como una herida abierta para entenderlo como una experiencia que nos ha cambiado y nos ha permitido crecer.

Reconciliación y reparación: zurcir la psique

En su trabajo con niños, Melanie Klein introdujo el concepto de reparación, el proceso psíquico mediante el cual intentamos restaurar los vínculos dañados y reconstruir una sensación de confianza. Esta reparación ocurre cuando logramos:

  1. Reconocer el daño sin minimizarlo. No se trata de justificar lo sucedido, sino de darle un lugar en nuestra historia sin que siga dominándola.
  2. Aceptar la ambivalencia. Ni nosotros ni la otra persona somos solo víctimas o agresores, sino sujetos con deseos, miedos y contradicciones.
  3. Darle un nuevo sentido al conflicto. En lugar de verlo como una herida que nos define, podemos verlo como parte del proceso de individuación, una experiencia que nos permitió conocernos mejor.

Así como un barco que sufre daños puede ser reparado sin perder su esencia, la reconciliación nos permite seguir adelante sin necesidad de borrar el pasado, sino integrándolo de manera más saludable.

Volver a navegar

Reconciliarse no es solo “hacer las paces” con alguien, sino una transformación interna que nos permite dejar de estar anclados al pasado. Es aprender a coser las heridas sin ignorarlas, dándonos la oportunidad de seguir navegando sin que el resentimiento o la culpa actúen como lastres.

Desde el psicoanálisis, la reconciliación es un proceso de integración, donde aceptamos tanto nuestras luces como nuestras sombras, comprendiendo que, al final, lo que realmente se sana no es solo la relación con el otro, sino también la relación con nosotros mismos.

Fuentes de información

  • Segal, Hanna. Introduction to the Work of Melanie Klein. London: Routledge, 1988. https://doi.org/10.4324/9780429475800.
  • Klein, Melanie. Envidia y gratitud. Londres: Hogarth Press, 1957.
  • Jung, Carl G. Aion: Contributions to the Symbolism of the Self. Princeton: Princeton University Press, 1951.

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