En la familia cada miembro influye y es influido por los demás. Los conflictos y tensiones familiares son como las corrientes submarinas, turbulentas y, muchas veces, imperceptibles, que empujan a los individuos hacia patrones repetitivos de comportamiento.
Imagina un navegante que observa el flujo de las corrientes marinas, reconociendo que las aguas más profundas esconden fuerzas invisibles que determinan la dirección en la que fluye la embarcación. Así como un barco busca la estabilidad, la familia, desde una perspectiva sistémica, tiende a buscar el equilibrio, incluso cuando este equilibrio es disfuncional.
Las dinámicas familiares a menudo están marcadas por patrones inconscientes que, si no se identifican, pueden generar ciclos de sufrimiento que se repiten una y otra vez. Por ejemplo, los roles familiares como el del “chivo expiatorio” o el “salvador” reflejan cómo ciertos miembros de la familia pueden ser arrastrados por la corriente emocional de los demás, cargando con el peso de los problemas no resueltos.
El psicoanálisis nos ayuda a entender que estos roles no son arbitrarios, sino que reflejan conflictos inconscientes dentro del grupo familiar, los cuales son proyectados en ese individuo, es decir, el inconsciente colectivo de la familia se manifiesta en patrones repetitivos de comportamiento y conflicto, actuando como estructuras invisibles que moldean la vida emocional de cada individuo.
La familia como sistema
Desde el punto de vista sistémico, la familia es vista como un sistema homeostático que busca equilibrio. Esto implica que, aunque existan conflictos o tensiones, el sistema siempre intentará mantener una forma de estabilidad, aunque esta estabilidad sea disfuncional. Aquí entra en juego un concepto clave: la retroalimentación. En un sistema familiar, la retroalimentación puede ser positiva o negativa. La retroalimentación negativa tiende a mantener el status quo, mientras que la positiva busca introducir cambios, lo que puede generar crecimiento o, en algunos casos, más conflicto.
La familia no es un todo homogéneo, sino que está formada por subsistemas: el subsistema conyugal, parental y fraterno. Cada uno de estos subsistemas tiene sus propias reglas y dinámicas internas que afectan al sistema mayor.
Freud, al hablar de la transferencia en las relaciones familiares, destacó cómo los conflictos no resueltos con las figuras parentales pueden afectar profundamente la manera en que los hijos se desarrollan emocionalmente. Esta transferencia se manifiesta no solo a nivel individual, sino también a nivel de subsistemas, donde los hijos pueden replicar, a lo largo de generaciones, los mismos patrones de relación y conflicto que observaron en sus padres.
Límites y corrientes emocionales
Los límites familiares actúan como las boyas que marcan el camino de un barco en alta mar. Si estos límites son demasiado rígidos, pueden causar distanciamiento emocional entre los miembros de la familia. Si son demasiado difusos, pueden crear un entrelazamiento emocional excesivo, impidiendo el desarrollo de una identidad individual sana. Es como un barco atrapado en un remolino: los miembros de la familia giran en torno a los mismos conflictos sin poder escapar de la influencia del sistema.
Triangulación: el juego de las corrientes cruzadas
Uno de los fenómenos más estudiados dentro del enfoque sistémico es el de la triangulación, un concepto introducido por Murray Bowen. La triangulación ocurre cuando corrientes cruzadas que arrastran a un tercer miembro de la familia a un conflicto que originalmente era entre dos, desviando la atención del conflicto original. Este tercer miembro puede ser un hijo que toma partido en las discusiones entre los padres, o incluso otro familiar que interviene para mediar el conflicto.
Al igual que en el océano, estas corrientes pueden mantener a los miembros de la familia atrapados en una dinámica que perpetúa la tensión en lugar de resolverla.
Estos patrones repetitivos no son simplemente hábitos o conductas aprendidas, sino que reflejan conflictos más profundos que a menudo se transmiten de generación en generación. Freud hablaba del “retorno de lo reprimido”, y en el contexto familiar, lo reprimido puede ser la tensión no resuelta, los traumas o los deseos no expresados que resurgen en nuevas formas de conflicto dentro del sistema.
El rol del terapeuta
El terapeuta actúa como un observador y facilitador, ayudando a la familia a ver sus dinámicas desde una perspectiva externa. Este enfoque no busca culpables, sino que trata de iluminar cómo los patrones de interacción están manteniendo los problemas. El trabajo del terapeuta es intervenir en los patrones de comunicación y relación que perpetúan el malestar familiar, buscando reorganizar el sistema para que funcione de manera más saludable.
El terapeuta ayuda a la familia a hacer consciente lo inconsciente: a traer a la superficie los deseos, miedos y defensas que cada miembro del sistema utiliza para manejar su angustia y, al mismo tiempo, a modificar las relaciones de poder y dependencia dentro del grupo, ofreciendo una brújula emocional para orientarse entre las corrientes profundas y los patrones repetitivos que los han mantenido a la deriva.
Fuentes de información
Stephen Coulter, Systemic Family Therapy for Families who have Experienced Trauma: A Randomised Controlled Trial, The British Journal of Social Work, Volume 41, Issue 3, April 2011, Pages 502–519, https://doi.org/10.1093/bjsw/bcq132
Matthias Ochs, Maria Borcsa, Jochen Schweitzer, Systemic Research in Individual, Couple, and Family Therapy and Counseling, 2020, ISBN : 978-3-030-36559-2 https://link.springer.com/book/10.1007/978-3-030-36560-8